Salsas Arihuá
Unos huevos rancheros; un bocadillo con chile jalapeño o chipotle; chile habanero en la cochinita pibil; un chile ancho en la sopa de tortilla; una salsa verde en los tacos o una roja en las quesadillas… No se concibe la cocina mexicana sin chile, más o menos picante; puede ser fresco, asado, ahumado o elaborado en una variedad infinita de salsas.
El chile es parte de la personalidad de la cocina mexicana. Expande sus posibilidades, le da color y sabores únicos; además de esa experiencia picante que tanto nos gusta y que provoca adicción.
El reverso hedónico
¿Pero por qué nos gusta tanto chile? Según el Dr. Paul Rozin, de la Universidad de Pensilvania, el picor es una experiencia emocional de riesgo, es una mezcla de dolor y placer simultáneo; es benignamente masoquista. Al comer chile, los receptores de la lengua envían una señal de alerta al cerebro y le dice “estamos comiendo algo que no deberíamos”, pero al no hacer realmente daño, la respuesta es de alivio; qué, como ha comprobado el Dr. Siri Lenkes, la sensación de alivio y de placer, son esencialmente la misma.
Así, que en tomado las palabras y conclusiones de los doctores Rozin y Lenkes; con las Salsas Arihuá queremos invitarlos a una experiencia benignamente masoquista. Empezamos con tres salsas: la de Chipotle, un clásico en México, elaborado de jalapeños ahumados. Habanero con mostaza, una combinación exquisita que te sorprenderá; y El Caballito del Diablo; brava, con alma de habanero.
Y si tú eres de esos que, hoy, no soporta el chile, no te preocupes; el gusto por el chile es algo adquirido… así que vamos poco a poco y lentamente a practicar esas sensaciones, ricas, y verás que en breve, cuando ya no sientes ese ‘calor’ en la boca, empezarás a apreciar otras cualidades del picante y no podrás dejarlo.